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En una lluviosa tarde de noviembre del año pasado, ocho hombres se taparon con una lona gris y apretaron sus cuerpos entre sí mientras se acostaban en la caja de una camioneta. La mayoría se conocían desde Acatic, un pueblo en el estado de Jalisco, México, donde el cártel más violento del país ha causado que las morgues se encuentren rebosando a su máxima capacidad.

El agua de lluvia se fue acumulando en la lona haciendo pequeños riachuelos por los lados y empapando a los hombres que se encontraban abajo. La cercanía entre unos y otros les proporcionaba algo de calor, pero aun así, los hombres yacían temblando, sintiendo el golpeteo del auto bajo sus espaldas mientras cruzaban por el terreno arenoso hacia Estados Unidos.

Cuando la camioneta Chevrolet Silverado se sacudió en la Interestatal 8 en San Diego, los pasajeros estaban convencidos de que serían detenidos por exceso de velocidad.

Entonces, escucharon sirenas. Ya nos agarraron, dijo uno.

Ese habría sido el peor de los escenarios, así que el conductor aceleró.

Dos agentes de la Patrulla Fronteriza le siguieron cuando el vehículo alcanzó las 80 millas por hora, y luego se perdió de vista cuando pasó de las 100 millas. Los hombres en la caja de la camioneta permanecieron en silencio, congelados por el miedo.

Otros agentes vieron el vehículo, y uno de ellos aventó una tira de púas en su camino. La camioneta pasó por encima, perdió el control y se precipitó por un terraplén, volcándose aparatosamente.

Junto a los escombros había cadáveres, esparcidos por la autopista.

A medida que las agencias policiales modernas se alejan de las persecuciones a alta velocidad, a menos de que se trate de sospechosos violentos, la Patrulla Fronteriza de EE.UU. permite a sus agentes una amplia libertad para atrapar a las personas que intentan entrar al país ilegalmente, una práctica que a menudo termina en lesiones terribles y, a veces, en la muerte, de acuerdo a una investigación de ProPublica y LA Times.

A velocidades que los expertos consideran como muy inseguras, los agentes encajonan a los vehículos en movimiento, pinchan las llantas y emplean tácticas destinadas a hacer que los automóviles se salgan de la carretera.

Inician persecuciones peligrosas a pesar de saber que en los autos van niños que no llevan puesto el cinturón de seguridad, o que están cargados muy por encima de su capacidad. Al alcanzarlos frecuentemente se encuentran con gente gritando y golpeando desde adentro de las cajuelas de los autos.

Cada nueve días, en promedio, estas persecuciones terminan en un choque. Uno causó un incendio que se extendió por más de 20 acres. En otro, quedaron lesionados una docena de transeúntes y seis inmigrantes, entre ellos una niña de 6 años que resultó herida y requirió soporte vital.

Sólo en los últimos cuatro años, en el lado norteamericano de la frontera, al menos 250 personas resultaron heridas y 22 murieron después de ser perseguidos por la Patrulla Fronteriza.

La Patrulla Fronteriza no proporcionó estos números, ni cumplió con las solicitudes que buscaban documentar qué hacen los agentes después de que un presunto contrabandista no cumple con la orden de detener un automóvil.

Los reporteros se sumergieron en más de 9.000 denuncias penales federales presentadas contra presuntos contrabandistas de personas entre 2015 y 2018, para crear una base de datos sobre las actividades de la Patrulla Fronteriza y las tácticas utilizadas en los últimos cuatro años. Los documentos describen las razones de los agentes para iniciar una persecución, si hubo un accidente y cómo ocurrió. La base de datos está, casi con toda seguridad, incompleta- no incluye casos en los que el conductor se escapó o murió, ya que las denuncias se presentan sólo después de los arrestos. Tampoco incluye la persecución por otros delitos, incluido el contrabando de drogas.

El análisis, el primero de su tipo, muestra que los agentes de la Patrulla Fronteriza participaron en más de 500 incidentes en distritos fronterizos de California, Texas, Nuevo Mexico y Arizona. Uno de cada tres terminó en un accidente.

El peligro ha incrementado en los dos años de la presidencia de Donald Trump, quien declaró el cruce ilegal de la frontera como una emergencia nacional. Los arrestos por contrabando a lo largo de la frontera han aumentado en un 25 por ciento, y las colisiones, en 42 por ciento. Entre los heridos se encontraban agentes de la Patrulla Fronteriza. Uno fue golpeado por escombros mientras trataba de pinchar una llanta; otro fue arrastrado por lo menos 30 pies.

El año pasado fue el más activo en todos los distritos en el período examinado, aun cuando las detenciones por cruces ilegales de fronteras no aumentaron significativamente en comparación con los años anteriores.

El incremento se puede atribuir a una serie de factores: La agresiva agenda migratoria de Trump; el aumento en las deportaciones de residentes de largo plazo, que luego tratan de regresar con sus familias que viven en Estados Unidos; la violencia sin precedentes en los últimos dos años en México, generada por los cárteles, un punto de origen común entre muchos de los casos de inmigrantes examinados.

La peligrosa tendencia de persecuciones ha continuado en 2019.

El 19 de febrero en el condado de San Diego, las persecuciones a alta velocidad de la Patrulla Fronteriza terminaron en dos grandes choques, incluyendo uno en el que el auto de un contrabandista se pasó un semáforo en rojo y se estrelló contra un camión, muriendo el contrabandista y a un inmigrante.

Justin Castrejon agente de la Patrulla Fronteriza al ser cuestionado frente a un enjambre de reporteros después de uno de los choques, dijo: “Este es sólo un ejemplo de los peligros a los que los contrabandistas de extranjeros exponen a la gente”. Y agregó: “Tenemos una política de persecución muy exacta”. Afirmó también que los choques eran “algo que experimentamos de vez en cuando como agentes de la Patrulla Fronteriza”.

No hay duda de que los contrabandistas forman parte de un ecosistema peligroso que se aprovecha de las personas vulnerables. Huyen sin tener en cuenta la seguridad de sus pasajeros ni de nadie en la carretera. Intentan embestir a los agentes. Los pasajeros les ruegan que se detengan y se niegan. En un par de casos, obligaron a los pasajeros a saltar a velocidades de hasta 90 mph. Uno usó a un niño como escudo humano.

Pocos argumentan que deberían ser detenidos.

“Tienes que sopesar muchos factores. Si dejo ir a esta persona, ¿le harán daño a alguien más? dijo David Kim, agente de patrulla y jefe asistente de la Patrulla Fronteriza en el sector de El Centro en California. “La mayoría de las veces cuando estás en una persecución, no tienes idea de lo que hay en el vehículo”.

Pero los expertos que revisaron los casos de la Patrulla Fronteriza para esta investigación encontraron que las políticas de persecución de la agencia sólo empeoraron las cosas, aumentando el peligro para los pasajeros, los agentes y el público en general.

“La misión de la Patrulla Fronteriza es diferente a la de los departamentos de policía urbana, pero aun así, no les exime del deber de proteger, no sólo a los ciudadanos, sino a todas las personas”, dijo Geoff Alpert, un criminólogo de la Universidad de Carolina del Sur que ha escrito informes nacionales sobre las políticas de persecución. “Ellos deben saber que estos conductores son mulas contratadas a los que se les dice…’sólo tienes que correr’. “¿Por qué persigues a alguien que sabes que va a huir de ti y arriesgar la vida de alguien?”

Hace un mes, ProPublica y el Times presentaron a la oficina nacional de la Patrulla Fronteriza los resultados de esta investigación, junto con una solicitud de entrevista y preguntas sobre las políticas de la agencia, la capacitación y el estado actual de sus procedimientos de rendición de cuentas por el uso de la fuerza mientras conducen.

Acusaron recibo pero se negaron a responder.

Una barra baja

Las persecuciones a alta velocidad fueron en algún tiempo la norma en todos los organismos encargados de hacer cumplir la ley en Estados Unidos. Incluso una parada de tráfico rutinaria podría desencadenar una. A principios de la década de 1990, estas persecuciones ya habían generado muchos daños – y demandas – como para hacer un llamado a la reforma. El Departamento de Justicia publicó directrices de persecución más estrechas, y las agencias comenzaron a utilizarlas.

“Ahora hay toda una fórmula para evaluar si vale la pena iniciar la persecución, dijo Dennis Kenney, profesor en Escuela de Justicia Penal John Jay. Se debe tomar en consideración qué tan poblada está el área y la gravedad de la ofensa.

“Es un proceso en el que se necesita equilibrar el riesgo con la necesidad”, agregó.

ProPublica y The Times revisaron las políticas de persecución de los departamentos de policía en las cinco ciudades más grandes de Estados Unidos, así como una docena de jurisdicciones fronterizas importantes en estados que comparten la frontera con México. Todas las políticas, menos una, son más restrictivas que las de la Patrulla Fronteriza.

El Departamento de Policía de Dallas, así como los condados más grandes de Arizona y Nuevo México, prohíben a los oficiales iniciar persecuciones a menos que estén persiguiendo a presuntos delincuentes violentos. La política de persecuciones de la Patrulla Fronteriza, publicada en 2009 y actualizada en 2011, no limita el tipo de delitos que los agentes pueden utilizar como justificación para las persecuciones. Aconseja a los agentes que sólo persigan cuando el “beneficio de la conducción de emergencia supere al peligro inmediato”.

El contrabando de personas es un delito grave. Pero la mayoría de los conductores están haciendo un último tramo de un viaje y no están necesariamente vinculados a los cárteles. A menudo, ciudadanos estadounidenses se ganan entre algunos cientos de dólares hasta unos cuantos miles, según el análisis. A veces, son inmigrantes que reciben un descuento en su viaje por llevar el volante. Unos cuantos eran tan jóvenes como de 14 o 15 años.

En los casos examinados, los agentes nunca encontraron depósitos de armas y rara vez encontraron drogas. Después de 504 persecuciones durante cuatro años, los agentes encontraron drogas en nueve casos y armas personales en cuatro. El único delito cometido activamente por la mayoría de las personas detenidas en los procesos examinados “fue traer y alojar indocumentados”. Las personas arrestadas, frecuentemente fueron encarceladas por menos de un año.

Las persecuciones de la Patrulla Fronteriza ocurrieron en medio de espesa niebla y lluvia, en caminos montañosos. Ocurrieron en tramos despoblados de carreteras desérticas, pero también a kilómetros de la frontera, en carreteras interestatales en horas punta, en zonas escolares y residenciales, y a través de estacionamientos en centros comerciales, lo que obligó a los peatones a correr para evitar ser atropellados.

En un caso, un agente persiguió a un sedán a más de 110 millas por hora, notando que “el Nissan estaba operando por encima de sus capacidades de rendimiento”. Lo siguió mientras se mezclaba con el tráfico, chocó contra una banqueta, se deslizó contra un triángulo de tierra y se salió de la carretera en El Centro, California. El agente lo siguió mientras se pasaba un semáforo en rojo. Vio el auto “salir volando”, sacando chispas y humo y arrojando todo el aceite.

Mientras el agente continuaba la persecución, el Nissan se estrelló contra un coche en el que se encontraba un bebé recién nacido, que resultó herido en el accidente.

Durante los últimos años de la presidencia de Obama, Alpert se reunió con altos funcionarios de la Patrulla Fronteriza para discutir la reforma de la política de la agencia. Cree que las persecuciones deben restringirse a los sospechosos de delitos violentos. Específicamente, sugirió que los agentes no persigan a personas sospechosas únicamente de violaciones de las leyes de inmigración.

“Su respuesta fue: ‘No somos un departamento de policía urbana y nuestras reglas son diferentes'”, dijo Alpert.

Tácticas peligrosas

El análisis de ProPublica-Times encontró caso tras caso que los agentes de la Patrulla Fronteriza utilizan tácticas que pueden aumentar el peligro durante las persecuciones.

La táctica más común fue el uso de tiras con clavos durante las persecuciones a altas velocidades.

Las tiras de clavos son una serie de clavos metálicos colocados en el camino de un vehículo que está huyendo, y el objetivo es perforar y desinflar un neumático en el lapso de unos cuantos segundos, en lugar de provocar que estallen. La esperanza es que el conductor se rinda cuando las llantas se desintegren.

Aunque por lo general se considera que estos dispositivos son efectivos, pueden ser letales a altas velocidades, sobre todo por encima de las 70 millas por hora, señalaron los expertos. Incluso el Departamento de Policía de Los Ángeles, que tiene una política que la mayoría de los expertos consideran como muy permisiva, desalienta a sus agentes la utilización de las tiras de clavos por encima de las 65 millas por hora. La Patrulla Fronteriza no tiene una velocidad oficial que impida su utilización, aunque los agentes primero tienen que obtener la aprobación de un supervisor para desplegar el dispositivo.

El uso de tiras de clavos en los dos primeros años de la administración de Trump casi se duplicó en comparación con los dos últimos años de Obama, de 28 a 52 ocasiones.

Aunque los documentos raramente mencionan las velocidades a las que viajaban los autos, los reporteros identificaron 11 persecuciones desde 2015, en las que un agente desplegó el dispositivo después de notar que el auto iba a más de 70 mph; nueve de esas persecuciones ocurrieron en los últimos dos años.

El mayor problema con las tiras de clavos es la impredecibilidad que introducen en la situación. Los conductores se desvían para evitarlos, acelerando el motor incluso si sus llantas han sido pinchadas.

El 2 de mayo de 2018, Oyiza Pearson, de 33 años, se dirigía a recoger a su hijo que se encontraba con su niñera, cuando entró a la carretera 125 en La Mesa, California.

En su espejo retrovisor, vio un Nissan Pathfinder dirigirse hacia ella. Vio luces rojas y azules, y escuchó las sirenas de emergencia. El Pathfinder, lleno de inmigrantes, acababa de esquivar una serie de tiras de clavos a 95 mph.

Intentó detenerse.

Pero el Pathfinder invadió su carril en un intento de rebasarla. El auto desgarró el lado del conductor, giró y golpeó el lado del pasajero. La bolsa de aire se desplegó en su cara. Los agentes bloquearon así el Pathfinder.

“Por eso pudieron atraparlo”, dice sobre el accidente.

Cuando abrió los ojos, el dolor le atravesaba la columna vertebral y le dolía mover el cuello. Su coche, un Nissan Juke que acababa de terminar de pagar, quedó destrozado.

En algunos casos, la Patrulla Fronteriza utilizó técnicas de conducción ofensivas y arriesgadas a altas velocidades, en marcado contraste con las políticas de otras grandes agencias del orden público que hacen uso de esas mismas maniobras.

La Técnica de Intervención de Persecución, comúnmente llamada maniobra PIT, en la que un oficial golpea la parte trasera de un vehículo que huye para hacer que gire y se detenga, rara vez debe usarse a velocidades superiores a 35 millas por hora, señalaron los expertos. La táctica de “encajonar” un coche que huye, en el que dos o más vehículos de las fuerzas de seguridad lo rodean para obligarlo a reducir la velocidad, tampoco está pensada para ser usada a altas velocidades, dijeron los expertos.

La policía de Los Ángeles y la Patrulla de Carreteras de California, que se combinan para participar en miles de persecuciones al año, ordenan a los agentes que no utilicen una maniobra del PIT a velocidades superiores a 35 millas por hora. Algunas agencias desalientan o prohíben totalmente las maniobras de golpear el auto y el PIT. Incluso la Patrulla Fronteriza considera que el uso de una maniobra PIT contra un auto que conduce a más de 40 mph “puede ser mortal”, dijo Kim.

Pero en al menos cinco casos, según el análisis de ProPublica-Times, los agentes de la Patrulla Fronteriza intentaron usar un PIT cuando un auto iba a más de 40 mph. Algunos casos ocurrieron en lugares donde los peatones u otros autos corrían peligro de ser atropellados.

En la Nochebuena de 2017, los agentes persiguieron a un Ford Escape que viajaba a 90 mph en una carretera de Arizona. Un agente intentó realizar una maniobra PIT, pero el conductor disminuyó la velocidad y se desvió hacia él. Un segundo agente hizo un segundo intento de PIT, y de nuevo, el conductor se desvió hacia él. Ambos agentes tuvieron que realizar maniobras evasivas para evitar golpear al conductor, que salió corriendo de forma errática y luego disparó a los agentes. El auto finalmente se volcó, y un pasajero fue lanzado a 20 yardas de distancia.

Kim, el asistente del jefe de la Patrulla Fronteriza, mantiene que la conducción ofensiva es a veces necesaria.

“Si estoy persiguiendo este vehículo y veo que sigue girando dentro y fuera del tráfico, ya ha golpeado algunos vehículos y los ha hecho chocar… en mi mente está claro que el conductor no tienen ningún respeto por la vida humana… y necesita ser detenido, de lo contrario, si sigue adelante, simplemente seguirá haciendo eso”, dijo Kim.

Alpert, quien revisó varios casos para este análisis, criticó la velocidad a la que los agentes estaban persiguiendo a los sospechosos y solicitando permiso para usar maniobras de conducción ofensiva.

“A esa velocidad parece una locura”, dijo. “Si conduces tan rápido, a menos que este tipo represente una amenaza inminente, ¿por qué arriesgar tu vida, la del público e incluso la del sospechoso que huye, para qué?”.

Un cuerpo en el camino

Antes de subirse a la caja de esa camioneta el pasado mes de noviembre, Santiago Ruvalcaba Medina, que entonces tenía 20 años, había intentado entrar a Estados Unidos legalmente.

En septiembre de 2016, con su familia, se entregó en el Puerto de Entrada Ysleta en El Paso, Texas, para solicitar asilo. Describió cómo 10 hombres armados habían llegado a su casa a principios de ese mes y se habían llevado a sus dos hermanos mayores. Sus cuerpos destrozados aparecieron días después; habían sido torturados antes de ser asesinados.

Los que evaluaron su historia marcaron una casilla en su solicitud: “Existe una posibilidad significativa de que las afirmaciones en las que se basa la afirmación del solicitante sean creíbles”.

A ocho de sus familiares, incluyendo a su madre y hermanos menores, se les permitió presentar su caso de asilo y ahora viven en Oklahoma. A Ruvalcaba y a cinco familiares -en su mayoría hombres- se les denegó la entrada y se ordenó su expulsión sin explicación.

De regreso en México, Ruvalcaba trató de solicitar una visa a través de un intermediario, pero fue estafado con 785 dólares. Al acercarse la Navidad del año pasado, deseaba estar con su madre, que estaba a punto de ser operada.

“No tenía otra manera”, dijo.

Así que el pasado noviembre, tomó un vuelo a Tijuana y esperó 15 días en un apartamento que le indicó el contrabandista, junto con otros tres que aceptaron pagar $8,000 cada uno por el transporte para cruzar de la frontera. Se unieron a más hombres, y unos 20 de ellos se metieron en una furgoneta sin asientos. Su peso hizo que el vehículo casi tocara el suelo, lo que habría sido un regalo para los agentes de la Patrulla Fronteriza ya que era notorio que el vehículo llevaba una gran carga humana.

Así que el grupo se dividió a la mitad. Ruvalcaba fue uno de los 10 que se quedaron en la camioneta.

No recuerda el viaje. Los agentes de la Patrulla Fronteriza dijeron que alguien reportó que dos camionetas habían atravesado una puerta. Cuando los agentes llegaron encontraron los restos de un espejo lateral en el suelo. Pensaron que el contrabandista movió una barrera en la frontera llamada “trampa de tanque” y cortó un alambre de púas para pasar. Más tarde, los agentes localizaron una camioneta que no tenía un espejo lateral y la persiguieron.

Cuando la camioneta volcó, los 10 pasajeros fueron expulsados. El conductor Luis Alberto Virgen, ciudadano estadounidense, era la única persona que llevaba puesto el cinturón de seguridad. Fue acusado de asesinato porque tres de los pasajeros murieron. Se declaró inocente.

Ruvalcaba pasó 12 días en coma con una fractura de columna y el cráneo roto. Tan pronto como pudo caminar y comer de nuevo, fue trasladado de un hospital a un centro de detención, y luego deportado.

Vive cerca de Guadalajara, con parientes que lo conocieron cuando era una persona completamente diferente. Está el Ruvalcaba de antes del accidente, que había estudiado mecánica y había aprendido portugués. Y está el actual, que ni siquiera recuerda la palabra “arroz”.

Cuando sonríe, sí sonríe, sólo la esquina derecha de su boca se eleva lo suficiente como para mostrar los aparatos ortopédicos que le colocaron. La parte izquierda de su cara se ve caída, y la mejilla se ve plana, paralizada.

“Es horrible verlo así”, dijo su hermana Sandra. “Santi era el chico más feliz del mundo”.

“¿De verdad?”, preguntó Ruvalcaba, sin recordar.

Repensar las persecuciones

La Patrulla Fronteriza tiene el poder de detener todo este daño, dicen los expertos.

Puede reformar sus políticas de persecución, dijo Gil Kerlikowske, quien se desempeñó como comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos bajo el mandato de Obama.

“Claramente la política necesita ser repensada”, dijo. “Piensas en los problemas, las heridas, los problemas humanitarios, pero también hay un costo increíble de la atención médica y los tratamientos”.

Muchas agencias recomiendan precaución al perseguir vehículos con un gran número de ocupantes. A los alguaciles del condado de Bernalillo en Nuevo México, que incluye Albuquerque, no se les permite desplegar tiras de clavos cuando persiguen vehículos con mucha gente en su interior, incluyendo “camionetas que se sabe que transporta pasajeros”.

“El número de ocupantes de un coche tiene que ser un factor a tener en cuenta cuando haces una persecución. Una persecución policial es lo más peligroso que hacemos”, dijo Travis Yates, un mayor del Departamento de Policía de Tulsa, Oklahoma, que ha enseñado cursos de conducción de persecución nacional durante más de dos décadas. “Me sorprende el número de personas que son inocentes, verdaderamente inocentes, que mueren en persecuciones policiales”.

La Patrulla Fronteriza puede utilizar helicópteros para rastrear a los sospechosos, una práctica ampliamente aceptada. Por lo menos una docena de agencias en los estados fronterizos animan a los agentes a pedir apoyo aéreo para evitar las persecuciones de autos.

La política de la Patrulla Fronteriza exige que la “vigilancia y asistencia aérea” se utilice en la “máxima medida posible” durante las persecuciones, sin embargo, la investigación de ProPublica-Times encontró que los agentes de la Patrulla Fronteriza utilizaron helicópteros para rastrear automóviles en sólo 22 casos entre 2015 y 2018.

En dos ocasiones los agentes llamaron a helicópteros, pero no había ninguno disponible. En 16 casos, los agentes pidieron helicópteros sólo después de que el coche que huía se detuvo, para rastrear a los migrantes que huían a pie.

Kim, el jefe asistente de la patrulla en El Centro, dijo que sus agentes tienen acceso a apoyo aéreo sólo en ciertos días de la semana. “Ojalá tuviéramos apoyo aéreo 24 horas al día, 7 días a la semana”, dijo.

Kerlikowske dijo que mientras que la Unidad Aérea y Marina de la agencia puede ayudar durante las persecuciones, los helicópteros se utilizan por razones de seguridad más allá de la captura ilegal de inmigrantes aquí. “Aunque CBP tiene muchos helicópteros y mucho apoyo aéreo, no es algo que encaje en un plan táctico cuando se trata de persecuciones de vehículos. Uno, es una misión muy diferente, y dos, están repartidos a lo largo de miles de kilómetros cuadrados”.

En Arizona, el sheriff del condado de Pima Mark Napier es escéptico de que los helicópteros eliminen el peligro. “Lo hemos visto una y otra vez: no hay unidades de tierra apoyándonos, mi avión está muy alto en la zona. … Los malos no dicen: ‘Supongo que ya me escapé’. Siguen conduciendo como idiotas por un tiempo, asumiendo que aún los persiguen”.

La Patrulla Fronteriza puede introducir soluciones más tecnológicas. Alpert aboga por el StarChase, una etiqueta GPS que se dispara para fijarla a un coche en fuga, lo que permite a los agentes de policía retroceder y rastrear el auto de forma remota. Muchos departamentos de policía lo usan, incluyendo el Departamento de Seguridad Pública de Arizona, que persigue a vehículos con mucha gente a lo largo de la frontera.

En una reciente visita de reporteros al sector de El Centro en la frontera de California, los agentes demostraron un nuevo dispositivo llamado el Grappler. Se coloca en el parachoques delantero de una camioneta de la Patrulla Fronteriza y dispara un cable que atrapa las llantas traseras del vehículo que huye.

En noviembre, un agente desplegó el Grappler y detuvo con éxito un Chrysler PT Cruiser que transportaba a seis personas. La Patrulla Fronteriza es la primera agencia de aplicación de la ley de los Estados Unidos en desplegar el Grappler como parte de un programa piloto que se puso en marcha en septiembre.

Los agentes dijeron que era una opción más segura para ellos que colocar tiras de clavos, porque no requiere que los agentes se paren en la carretera. Los expertos independientes entrevistados para este artículo dijeron que el dispositivo no se ha utilizado lo suficiente en el campo para evaluar la seguridad de las personas que se encuentran en el auto perseguido.

Los representantes tanto del StarChase como del Grappler dijeron que montar los dispositivos en cada vehículo cuesta alrededor de $5,000.

“Imposible”

Los otros hombres en la camioneta de noviembre recuerdan a Jorge Luis García Isordia como el más nervioso de todos. Tenía 22 años, era delgado y llevaba gafas, y cuando el contrabandista les ordenó que entraran por primera vez en el auto, vomitó.

Mientras esperaba para cruzar la frontera, envió un mensaje de texto a su novia, Ana Rosa González Ponce, cuyos seis hijos lo conocían como su padre. Los dos trabajaban como ladrilleros, junto con sus hijas de 16 y 14 años, cerca de la entrada del pueblo.

Hacían ladrillos para los techos y los colocaban en un horno para endurecerlos.

Habían vivido juntos durante más de un año, en un callejón que apestaba a orines, en una casa destartalada donde la cama está a unos pies de la nevera.

García ganaba $50 a la semana, trabajando de lunes a sábado. El año pasado, los dos habían perdido dinero en una estafa que les prometía visas de trabajo en Florida y se habían endeudado. Se había ido con la esperanza de recuperar su dinero.

“Me dijo que quería salir adelante, que aquí era imposible”, recuerda. “Le dije que si quería irse, yo lo apoyaría”.

Le envió una foto en la playa de Tijuana mientras esperaba que lo llevaran. El 30 de noviembre, ella le envió un mensaje: “Mi amor, si estás bien, contéstame”.

En Acatic en una tarde de febrero, González Ponce se paró en su tumba y pensó en el dinero. La deuda, que ahora incluye el viaje en el que murió García, ha subido a $10,000. El trabajo le rinde apenas lo suficiente para comer.

“¿Cómo voy a pagar?”, se preguntó.

Entonces compartió lo que había estado pensando.

Que podría ser el momento de ella misma cruzar la frontera.

El periodista de ProPublica, Jeff Kao, contribuyó a este artículo. La periodista independiente Joanne Faryon y los becarios del ICFJ, Xenia Beatriz González Oliva y Daniel Villatoro García, contribuyeron en este artículo.

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